Que una grada repleta de colorido, de vida y de aficionados, no interesa, es cada vez más usual en este fútbol de hoy día.
Todo está enfocado en virtud de unos intereses ecónomicos que priman sobre los sentimientos, la pasión o el calor que pueda desprender cualquier aficionado. Porque el ambiente y la esencia es preferible tenerlo controlado desde un sofá con una cuota mensual.
Queda lejano, aquellos tiempos de fútbol de domingo, de radio, de ritual hacia el estadio, de respirar ambiente deportivo de verdad y de la magia de vivir una jornada al completo.
Es la afición, la que con su esfuerzo, su dinero, su ilusión y su tiempo, consigue dar un vuelco a toda esta situación, intentando combatir a este monstruo despiadado que se alimenta de almas y de gargantas calientes.
Pero una vez más, la incongruencia impera, la lógica es pisoteada y a los heróicos aficionados amarillos que se desplazarán a Vallecas, como representantes del fútbol en su estado puro. Hermanados con la hinchada rival, dando lecciones y ejemplo de como debe respirarse un clima futbolero y ejerciendo de modelo de comportamiento y respeto. Han visto coartados sus derechos con la imposibilidad de acceder al campo, con cualquier elemento de animación posible. Sería toda una ofensa que se viese una verdadera fiesta afincada en el graderío.
La respuesta no se ha hecho de esperar, y la solidaridad por parte de la afición del Rayo Vallecano ya ha quedado de manifiesto. Dando una bofetada sin manos a este engendro de fútbol de salón.
Que la razón vuelva a resurgir y se le brinde a la afición de todos sus derechos y libertades porque bienaventurados son los que consiguen hacer a este deporte grande con la única intención de dejarse el corazón por el amor más desinteresado.