
Este próximo lunes ante el Real Zaragoza, se cumple una vuelta sin liderazgo, sin jerarquía, sin presencia y sin tanto carisma en la medular cadista.
Veintiún partidos sin el flaco, que se dicen pronto. Pero donde una estela ha quedado impregnada desde el principio hasta el fin, dejando un reguero de su presencia en cada uno de los partidos disputados.
Más de mil ochocientos minutos huérfanos del saber estar, de la garra, del compromiso y de la implicación del roteño. Una implicación que conseguía trasmitir al resto de compañeros para hacerlos creer hasta el último minuto que todo era posible, porque los sueños se logran a base de esfuerzo y sacrificio.
Más de media temporada desde que la banda se quedó sin director. Sin la batuta que marcaba el compás y que perseguía el justo equilibrio para encontrar la perfecta armonía. Un director capaz de afinar ante el ruido más ensordecedor apostando por las notas más acordes que marcasen el reflejo más fiel posible a la partitura interpretada
Una vuelta sin el capitán de los corrales, de la bahía y del Atlántico. Una vuelta sin el peregrino errante que tuvo que exiliarse cruzando el charco para volver a su provincia prometida y romper todos los esquemas, para demostrar que si se puede ser profeta en su tierra.
Una vuelta que parece toda una vida sin el flaco, toda una vuelta sin José Mari.